México: el sueño de un país de clase media En México, el 59% de la población es de clase baja, el 39% de clase media y solamente el 1.7% de clase alta

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Oficialmente México no es un país de clase media, al menos eso se desprende de la información publicada por el INEGI: 59.1% de la población es de lo que denominó como clase baja y solamente 39.2% pertenece a la clase media. Evidentemente que ello deja solamente a 1.7% de los mexicanos en la parte alta de la clasificación.

Independientemente de lo cuestionable que pueda ser la forma en que el Inegi definió a la clase media, la primera cuantificación oficial del instituto arroja luz a un debate que las cifras de pobreza publicadas hace un par de años por el Coneval había abierto, y que giró en torno a si nuestro país era un país de clase media o uno en donde la pobreza era preponderante.

El análisis del INEGI abona en el sentido de que en realidad México enfrenta un desafío socioeconómico estructural que ha rebasado al modelo y a las estrategias de política económica implementadas en la última década, básicamente porque la abrumadora mayoría de la población es de bajos ingresos.

Uno de los problemas que reviste el tener un país en donde la clase media no sea predominante es que ello limita el papel estabilizador que en teoría debería proporcionar. Una clase media robusta permite realizar una transformación gradual de la sociedad y el sistema productivo, porque el nivel de bienestar debería garantizar que si bien se tienen aspiraciones para mejorar también se tiene satisfacción con el nivel actual de riqueza y acceso a servicios como educación, salud y seguridad.

Lo anterior no ocurre en México, la población considerada por el INEGI como clase baja es casi el 60% de total. Ello implica que prevalece una mayor presión por lograr superar los rezagos asociados a las carencias económicas y sociales, un apremio que es la génesis de estrategias y programas que durante las últimas décadas han emanado del gobierno federal para intentar aliviar dicha situación. La Cruzada Nacional contra el Hambre, Oportunidades y el Programa Nacional de Solidaridad representan solamente un ejemplo de ello, pero también lo son de que no constituyen la solución de fondo.

Viendo el vaso medio lleno podría indicarse que entre el año 2000 y el 2010 la clase media aumentó en 4%, sin embargo ello tiene una acotación: INEGI presenta el resultado de esos años, no indica que pasó en el sexenio pasado, cuando la recesión económica incrementó la pobreza, algo que seguramente mermó a la clase media.

Dado que otros indicadores laborales marcan que en las ciudades se ha deteriorado el ingreso monetario, no sería incorrecto apuntar que la clase media vive una situación más complicada que la registrada al principio del nuevo milenio, cuando se heredó un país con un crecimiento que no se ha vuelto a presentar en los últimos 12 años.

En poco más de un mes se tendrán las nuevas cifras de pobreza que el Coneval elabora, y seguramente se tendrá un incremento en el número de personas que viven en pobreza. Homologar las metodologías para medir ambos aspectos será prioritario, ya que existen vasos comunicantes entre quienes hoy pertenecen a la clase media pero que en una crisis pasan a la pobreza.

El mecanismo se llama desempleo, precarización del salario y quiebra de pequeñas y medianas empresas. En tanto no se logre dar mayor sustentabilidad al ingreso derivado del empleo y la gestión empresarial de la clase media, la misma no podrá consolidarse como un elemento de estabilidad social y política.

Se debe reconocer el rezago que existe en el desarrollo económico de México, el crecimiento es parte de la agenda pendiente, pero ello no garantiza la solución final del problema si sus beneficios no llegan al bolsillo de toda la población. Con estas cifras debemos enfrentar una marcada desaceleración económica, un nuevo desafío para este problema estructural.

 

Fuente: El Universal

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